Relación del Palacio con el “Che”
“Hechizado por unos ojos verdes”
El Che Guevara conoció a Carmen “Chichina” Ferreyra (nieta de Martín e hija de Horacio Ferreyra) en el casamiento de su amiga Carmen González Aguilar. En algunas ocasiones, la niña, que entonces contaba con 13 o 14 años, solía verlo en casa de su prima Dolores Moyano. Él cursaba los años finales del secundario y se hallaba imbuido en sus lecturas y excursiones. El noviazgo, iniciado ese día, continuó de manera epistolar. Ernesto partió a Buenos Aires donde estudiaba la carrera de medicina y en 1951 se produce el reencuentro. Él tenía 22 años; ella, 16. “Para unos ojos verdes cuya paradójica luz me anuncia el peligro de adormecerme en ellos”, le dijo en una de esas cartas.
El "Che" Guevara |
El aspecto desalineado del Che de ese entonces (andaba con una camisa a la que él llamaba “la semanera”, debido a que la usaba de lunes a domingo; podía valerse de una cuerda para colgar la ropa a modo de cinto, o calzar zapatos de distinto número comprados en una oferta de saldos), no desalentaba a Chichina. Pero chocaba con el ámbito social de la muchacha, comenzando por su abuelo Martín, siguiendo por sus padres y finalizando con el entorno de amigos que se denominaban a sí mismos “grupo Malagueño”.
Dice el historiador Horacio López: “Chichina es la jovencita de alta alcurnia perteneciente a una dinastía local: Es atractiva, irradia luz propia y una alquimia de inteligencia y sensualidad. De cabellos castaños caídos sobre los hombros, resultaría un inmejorable partido para los jovencitos de su entorno, quienes no comprenden cómo pudo fijarse en un muchachón que menosprecie los hábitos de su círculo. Él se presenta con su mejor credencial y le regala una copia de la fotografía que Tomás le sacó antes de su travesía ciclística, con una dedicatoria “A mis admiradoras cordobesas, el Rey de los Caminos”.
Es inevitable que una joven de 16 años caiga en la redes de un lindo muchacho de 22, estudiante de medicina, jugador de rugby y provisto de una basta cultura general. Poco parece importarle a ella el aspecto insolente de su enamorado y en los escasos momentos que comparten tienen la diversión garantizada”.
Las biografías sobre el Che hacen referencia a las reiteradas concurrencias del Che a la estancia de Malagueño; ninguna, al Palacio Ferreyra. En la estancia había dos campos de polo, canchas de tenis, piscinas y caballos árabes.
"Chichina" Ferreyra |
Jorge Beltrán es miembro del grupo Malagueño, y de la presencia de Ernesto, afirma: “Él nunca perteneció a ese grupo de gente linda. Incidentalmente, a través de su amor, cariño o lo que fuere por Chichina aparece allí. Y aparece como una presencia abrasiva. Se complacía en manifestar la antiestética de su arreglo desaliñado y bohemio. Inclusive era un ambiente, sobre todo en la mesa de Don Martín Ferreira -abuelo de Chichina-, donde se respetaban los buenos modales y Ernesto se permitía burlar todas esas leyes”.
Colaboración: Luis Altamira (realizó el primer documental centrado en la etapa argentina de la vida del Che- declarado de INTERÉS CULTURAL por la Secretaría de Cultura de la Nación denominado “Che, un argentino del siglo XX”).
Fuente consultada: párrafos extraídos del libro del historiador Horacio López.