jueves, 2 de diciembre de 2010

“Hechizado por unos ojos verdes”

Relación del Palacio con el “Che”   

“Hechizado por unos ojos verdes”

   El Che Guevara conoció a Carmen “Chichina” Ferreyra (nieta de Martín e hija de Horacio Ferreyra) en el casamiento de su amiga Carmen González Aguilar. En algunas ocasiones, la niña, que entonces contaba con 13 o 14 años, solía verlo en casa de su prima Dolores Moyano. Él cursaba los años finales del secundario y se hallaba imbuido en sus lecturas y excursiones. El noviazgo, iniciado ese día, continuó de manera epistolar. Ernesto partió a Buenos Aires donde estudiaba la carrera de medicina y en 1951 se produce el reencuentro. Él tenía 22 años; ella, 16. “Para unos ojos verdes cuya paradójica luz me anuncia el peligro de adormecerme en ellos”, le dijo en una de esas cartas.


El "Che" Guevara

  El aspecto desalineado del Che de ese entonces (andaba con una camisa a la que él llamaba “la semanera”, debido a que la usaba de lunes a domingo; podía valerse de  una cuerda para colgar la ropa a modo de cinto, o calzar zapatos de distinto número comprados en una oferta de saldos), no desalentaba a Chichina. Pero chocaba con el ámbito social de la muchacha,  comenzando por su abuelo Martín, siguiendo por sus padres y finalizando con el entorno de amigos que se denominaban a sí mismos “grupo Malagueño”.

     Dice el historiador Horacio López: “Chichina es la jovencita de alta alcurnia perteneciente a una dinastía local: Es atractiva, irradia luz propia y una alquimia de inteligencia y sensualidad. De cabellos castaños caídos sobre los hombros, resultaría un inmejorable partido para los jovencitos de su entorno, quienes no comprenden cómo pudo fijarse en un muchachón que menosprecie los hábitos de su círculo. Él se presenta con su mejor credencial y le regala una copia de la fotografía que Tomás le sacó antes de su travesía ciclística, con una dedicatoria “A mis admiradoras cordobesas, el Rey de los Caminos”.

     Es inevitable que una joven de 16 años caiga en la redes de un lindo muchacho de 22, estudiante de medicina, jugador de rugby y provisto de una basta cultura general. Poco parece importarle a ella el aspecto insolente de su enamorado y en los escasos momentos que comparten tienen la diversión garantizada”.


"Chichina" Ferreyra
      Las biografías sobre el Che hacen  referencia a las reiteradas concurrencias del Che a la estancia de Malagueño; ninguna, al Palacio Ferreyra. En la estancia había dos campos de polo, canchas de tenis, piscinas y caballos árabes.

     Jorge Beltrán es miembro del grupo Malagueño, y de la presencia de Ernesto, afirma: “Él nunca perteneció a ese grupo de gente linda. Incidentalmente, a través de su amor, cariño o lo que fuere por Chichina aparece allí. Y aparece como una presencia abrasiva. Se complacía en manifestar la antiestética de su arreglo desaliñado y bohemio. Inclusive era un ambiente, sobre todo en la mesa de Don Martín Ferreira -abuelo de Chichina-, donde se respetaban los buenos modales y Ernesto se permitía burlar todas esas leyes”.

Colaboración: Luis Altamira (realizó el primer documental centrado en la etapa argentina de la vida del Che- declarado de INTERÉS CULTURAL por la Secretaría de Cultura de la Nación denominado “Che, un argentino del siglo XX”).
Fuente consultada: párrafos extraídos del libro del historiador Horacio López.

"El brillo de una Perla"

Al comenzar a recopilar información sobre el ex “Palacio Ferreyra”, actual “Museo Evita”, tuve inevitablemente que dejarme llevar por la imaginación y mi curiosidad para tratar de ver esas noches de familia en la sala de billar, las tardes de té en el jardín de invierno… en fin son tantos los detalles y tantas las imágenes que pude lograr que cada pedacito del palacio me contaba su historia.
El Dr. Martín Ferreyra, no pudo realizar mejor elección al solicitar al ingeniero constructor argentino, Carlos Agote, que se hiciera cargo de la edificación de su residencia en Córdoba, la riqueza que plasmó en toda su obra es reconocido a nivel mundial, comparada gratamente como reflejo del clasicismo de la Belle Époque en Francia y desplegaba en su interior la decoración de la firma Krieger de París.

Los relatos que se fueron brindando me mostraron no sólo el valor arquitectónico, sino también la historia de sus habitantes colmado de presencias célebres y fantasmas familiares al edificio hecho leyenda.

La “Perla cordobesa” fue un testigo mudo de un siglo fugaz, de una época irrecuperable y continúa así, mudo, mientra a su alrededor se levantaron voces de alarma como “…algo catastrófico para nuestra cultura…”, “…daños irreparables…”, “…despropósito…” e “…intervención inútil…” a la hora de resolver el dilema de la conservación de edificios históricos.

Los cambios realizados al palacete, dieron una vista distinta y no por ello menos interesante. Como en antaño, allá por los años 90,  nos muestra imágenes llenas de color, elegancia, sofisticación, aunque con una utilización diferente: lo que antes fue una residencia familiar, hoy es una casa de arte, una de las más importantes y más visitada de Córdoba.

¿Destrucción o aporte a la cultura?, sobre todo si quien lo destruye es aquel a quien se le encomendó protegerlo… fueron algunos de los interrogantes a los cuales debieron enfrentarse para dar vida a este nuevo palacio, espacio que nos abre sus puertas para invitarnos a recorrerlo y descubrir una nueva vida, una nueva página en este gran libro de arte, en el cual cada uno de nosotros formaremos parte de esta historia.

María del Rosario Guanuco
Alumna de la Tecnicatura en Comunicación y Turismo
Escuela de Ciencias de la Información
Universidad Nacional de Córdoba